Bendición según "Fiducia supplicans"

Recordemos primero, hermanos, que la Declaración "Fiducia supplicans" sostiene lo siguiente:


Foto de Trung Nguyen

1.° Que “son inadmisibles ritos y oraciones que puedan crear confusión entre lo que es constitutivo del matrimonio, como «unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos», y lo que lo contradice.” 

2.° Que  “esta convicción está fundada sobre la perenne doctrina católica del matrimonio. Solo en este contexto las relaciones sexuales encuentran su sentido natural, adecuado y plenamente humano.”

3.° Que “esta es también la comprensión del matrimonio ofrecida por el Evangelio. Por este motivo, a propósito de las bendiciones, la Iglesia tiene el derecho y el deber de evitar cualquier tipo de rito que pueda contradecir esta convicción o llevar a cualquier confusión.”

4.° Que “la Iglesia no tiene el poder de impartir la bendición a uniones entre personas del mismo sexo”.

5.° Que “la bendición del ministro ordenado está directamente conectada a la unión específica de un hombre y de una mujer que, con su consentimiento, establecen una alianza exclusiva e indisoluble.”

6.° Que “desde un punto de vista estrictamente litúrgico, la bendición requiere que aquello que se bendice sea conforme a la voluntad de Dios manifestada en las enseñanzas de la Iglesia.”

7.° Que tenemos que invitar “a quienes invocan la bendición de Dios a través de la Iglesia a intensificar «sus disposiciones internas en aquella fe para la cual nada hay imposible» y a confiar en «aquella caridad que apremia a guardar los mandamientos de Dios»".

8.° Que mientras que, por un lado, «siempre y en todo lugar se nos ofrece la ocasión de alabar a Dios por Cristo en el Espíritu Santo, de invocarlo y darle gracias», por otra parte, la preocupación es «que se trate de cosas, lugares o circunstancias que no contradigan la norma o el espíritu del Evangelio».

10.° Que “lo que se bendice debe poder corresponder a los designios de Dios inscritos en la Creación y plenamente revelados por Cristo el Señor. Por ello, dado que la Iglesia siempre ha considerado moralmente lícitas solo las relaciones sexuales que se viven dentro del matrimonio, no tiene potestad para conferir su bendición litúrgica cuando esta, de alguna manera, puede ofrecer una forma de legitimidad moral a una unión que presume de ser un matrimonio o a una práctica sexual extramatrimonial.”


En el nombre del Padre...

Por ustedes y con ustedes hermanos, que piden una bendición, mostrándose necesitados de la presencia salvífica de Dios en su historia, que pidiendo una bendición a la Iglesia reconocen a esta última como sacramento de la salvación que Dios ofrece;

Por ustedes y con ustedes, hermanos, que buscando la bendición en la Iglesia, admiten que la vida eclesial brota de las entrañas de la misericordia de Dios y nos ayuda a seguir adelante, a vivir mejor, a responder a la voluntad del Señor;

Por ustedes y con ustedes hermanos, que pidiendo una bendición, están expresando un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor, una confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir mejor;

En todos los sentidos, valoramos, acompañamos y recibimos con gratitud esta petición.

Ustedes hermanos, viniendo espontáneamente a pedir una bendición muestran con esta petición su sincera apertura a la trascendencia, la confianza de sus corazones que no se fían solo de sus propias fuerzas, su necesidad de Dios y el deseo de salir de las estrechas medidas de este mundo encerrado en sus límites.

Como nos enseña santa Teresa del Niño Jesús, más allá de esta confianza, «no hay otro camino por donde podamos ser conducidos al Amor que todo lo da. Con la confianza, el manantial de la gracia desborda en nuestras vidas… La actitud más adecuada es depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites… El pecado del mundo es inmenso, pero no es infinito. En cambio, el amor misericordioso del Redentor, este sí es infinito».

No obstante sus graves errores hermanos, el Padre celeste sigue queriendo su bien y esperando que se abran finalmente al bien. Si incluso sus parientes más cercanos los abandonaran, porque ya los juzgan como irrecuperables, para Dios son siempre hijos.

Nosotros, junto con ustedes hermanos, damos gracias a Dios por los beneficios que de él han recibido y por las buenas obras que han realizado con su ayuda.

Por ustedes y con ustedes hermanos, damos gracias a Dios por el bien por ustedes realizado y por los beneficios recibidos. 

Hermanos, incluso si viven en situaciones no ordenadas al designio del Creador, poseen elementos positivos por los cuales alabar al Señor.

Hermanos, tomen conciencia de los dones del Señor y de su amor incondicional, incluso en situaciones de pecado. 

Que escuchando esta oración, hermanos, sus corazones creyentes eleven su alabanza y bendición a Dios. 

Nos unimos a la oración de ustedes hermanos que, aunque estén en una unión que en modo alguno puede parangonarse al matrimonio, desean encomendarse al Señor y a su misericordia, invocar su ayuda, dejarse guiar hacia una mayor comprensión de su designio de amor y de vida.

Invocamos una bendición descendente del mismo Dios sobre ustedes hermanos que, reconociéndose desamparados y necesitados de su ayuda, no pretenden la legitimidad de su propio estado, sino que ruegan que todo lo que hay de verdadero, bueno y humanamente válido en sus vidas y relaciones, sea investido, santificado y elevado por la presencia del Espíritu Santo. 

Suplicamos a Dios para que les conceda aquellas ayudas que provienen de los impulsos de su Espíritu, para que su relación humana puedan madurar y crecer en la fidelidad al mensaje del Evangelio, liberarse de sus imperfecciones y fragilidades y expresarse en la dimensión siempre más grande del amor divino.

La gracia de Dios, actúe en la vida de ustedes, hermanos que no se consideran justos, sino que se reconocen humildemente pecadores como todos. 

La gracia de Dios es capaz de dirigirlo todo según los designios misteriosos e imprevisibles de Dios. Por eso, con incansable sabiduría y maternidad, la Iglesia los acoge a ustedes hermanos que se acercan a Dios con corazón humilde, acompañándolos con aquellos auxilios espirituales que permiten a todos comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su existencia.

La Iglesia une la oración de intercesión a la invocación de ayuda de Dios de ustedes hermanos que se dirigen humildemente a Él. ¡Dios no aleja nunca a los que se acercan a Él! 

Que esta bendición les ofrezca a ustedes un medio para acrecentar su confianza en Dios. 

La petición de ustedes, hermanos de esta bendición expresa y alimenta la apertura a la trascendencia, la piedad y la cercanía a Dios en mil circunstancias concretas de la vida, y esto no es poca cosa en el mundo en el que vivimos. Es una semilla del Espíritu Santo que hay que cuidar, no obstaculizar.

La Iglesia los invita a esta actitud confiada, también en medio de sus pecados, falta de méritos, debilidades y confusiones.

A través de esta simple bendición del pastor, que en este gesto no pretende sancionar ni legitimar nada, ustedes hermanos pueden experimentar la cercanía del Padre que desborda “los méritos y deseos”.

Esta bendición es un simple gesto que proporciona un medio eficaz para hacer crecer la confianza en Dios en ustedes hermanos que la piden.

Pedimos para ustedes hermanos la paz, la salud, un espíritu de paciencia, diálogo y ayuda mutuos, pero también la luz y la fuerza de Dios para poder cumplir plenamente su voluntad.

Padre nuestro...

Mediante esta bendición, expresión del corazón materno de la Iglesia, no se pretende legitimar nada, sino solo abrir sus propias vidas a Dios, pedir su ayuda para que vivan mejor e invocar también al Espíritu Santo para que vivan con mayor fidelidad los valores del Evangelio.

Cuando la relación con Dios está enturbiada por el pecado, siempre se puede pedir una bendición, acudiendo a Él, como hizo Pedro en la tormenta cuando clamó a Jesús: «Señor, sálvame» (Mt 14, 30). En algunas situaciones, desear y recibir una bendición puede ser el bien posible.

La Iglesia, al igual que María, es mediadora de la bendición de Dios para el mundo: la recibe acogiendo a Jesús y la transmite llevando a Jesús. Él es la misericordia y la paz que el mundo por sí mismo no se puede dar y que necesita tanto o más que el pan.

Dios te salve, María...

Esta es la raíz de la mansedumbre cristiana, la capacidad de sentirse bendecidos y la capacidad de bendecir. Este mundo necesita bendición y nosotros podemos dar la bendición y recibir la bendición. El Padre nos ama. Y a nosotros nos queda tan solo la alegría de bendecirlo y la alegría de darle gracias, y de aprender de Él a no maldecir, sino bendecir.

De este modo, hermanos pueden sentirse en la Iglesia, siempre peregrinos, siempre suplicantes, siempre amados y, a pesar de todo, siempre bendecidos.

En el nombre del Padre...

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