La preparación inmediata de la regularización matrimonial
1. Fundamentación
La regularización no es una clase de matrimonio distinta o nueva. No es un sacramento administrado con liviandad, algo que puede llevar a la confusión en los fieles. Estamos hablando de la celebración del único matrimonio cristiano, pero de fieles que llevan una convivencia previa en la cual pudieron haberse engendrado hijos. Justifica un formulario distinto la posibilidad de inscribir a los hijos precedentes legitimándolos de este modo. Se entienden también ciertas consideraciones pastorales hacia quienes ya conviven, incluso a la edad de las personas, pero no los exime de una profunda preparación para llegar a una fructuosa celebración.
Los fieles solicitan el sacramento y así regularizan su situación porque quieren comulgar, confesar, participar más activamente en una comunidad cristiana. Algo que tal vez no vieron al momento de decidir la convivencia y que en un proceso de conversión ahora si lo comprenden y lo solicitan. La recepción de los sacramentos de los hijos, muchas veces suscita el pedido de los padres, que también desean recibir y por lo tanto motiva la regularización matrimonial. También es común que se solicite el sacramento del matrimonio porque se desea desempeñar algunas tareas como es la docencia en escuelas católicas, ser padrinos de bautismo y confirmación, etc.
Regularizar el matrimonio es parte de un camino de conversión, en donde el mismo sacramento que solicitan es un signo de que están volviendo e incluso acaban de descubrir una vida de fe y de compromiso eclesial. De esta manera están dispuestos a aceptar una especial catequesis sobre el matrimonio.
No tenemos una estadística precisa en la Conferencia Episcopal Argentina, pero con una simple consulta en las curias y parroquias, llegamos a la conclusión que son en la mayoría regularizaciones matrimoniales.
La cuestión de la preparación matrimonial y las parejas que cohabitan presenta hoy un desafío para la iglesia. Su respuesta está aún desarrollándose a una realidad que tristemente no puede ser ignorada.
Si un creciente número de parejas que se acercan a la iglesia para el matrimonio que ya están viviendo juntas, esto presenta un desafío particular a los pastores y a aquellos encargados de la preparación matrimonial.
2. Introducción
¿Cómo empezar a trabajar con parejas que cohabitan y que buscan a la iglesia para la preparación matrimonial? Hay que evitar las respuestas extremas: el de confrontar la pareja inmediatamente y condenar su comportamiento, y por el otro está el de ignorar el aspecto de la cohabitación de su relación. Mientras que las parejas deben ser bienvenidas con los valores de amor del evangelio, y entendimiento, y aceptación, también necesitan ser desafiados por el mensaje del evangelio del compromiso y la fidelidad.
Punto de partida de un itinerario de preparación al matrimonio ha de ser la convicción de que el pacto conyugal ha sido asumido y elevado por el Señor Jesucristo, con la fuerza del Espíritu Santo, a sacramento de la Nueva Alianza. Asocia a los cónyuges al amor oblacional de Cristo Esposo a la Iglesia, su Esposa (cfr. Ef 5, 25-32), haciéndolos imagen y participación de este amor, los convierte en alabanza del Señor y santifica la unión conyugal y la vida de los cristianos que lo celebran, dando origen a la familia cristiana, iglesia doméstica y «primera y vital célula de la sociedad» (Apostolicam Actuositatem, 11) y «santuario de la vida» (EV 92 y también n. 6, 88, 94). Por tanto, el sacramento se celebra y vive en el corazón de la Nueva Alianza, es decir, en el misterio pascual. Es Cristo, Esposo en medio de los suyos (cfr. Gratissimam Sane, 18; Mt 9,15) la verdadera fuente de todas las energías. Los matrimonios y las familias cristianas por tanto no están aislados ni abandonados.
Para los cristianos el matrimonio, que tiene su origen en Dios creador, implica además una verdadera vocación a un estado y vida de gracia particulares. Para llevar a su madurez esta vocación, se requiere una preparación adecuada y especial, y un camino de fe y amor específico, tanto más que dicha vocación se otorga a la pareja para bien de la Iglesia y de la sociedad. Y ello, con todo el significado y la fuerza de un compromiso público, hecho ante Dios y ante la sociedad, que va más allá de los límites individuales.
La preparación al matrimonio ha de encuadrarse en la urgencia de evangelizar la cultura — impregnándola en sus raíces (cfr. Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, 19) — en todo lo referente a la institución del matrimonio: hacer penetrar el espíritu cristiano en las mentes y en los comportamientos, en las leyes y en las estructuras de la comunidad donde viven los cristianos (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2105).
3. Contenidos
a) Contenidos doctrinales, morales y espirituales.
b) Experiencia de oración donde el encuentro con el Señor haga descubrir la profundidad y la belleza de la vida sobrenatural.
c) Preparación litúrgica apropiada.
d) Coloquio con el párroco.
a) Contenidos doctrinales, morales y espirituales
1. La educación leal y valiente a la castidad, al amor como don de sí. La castidad no es mortificación del amor, sino condición de amor auténtico. En efecto, si la vocación al amor conyugal es vocación a la entrega de sí en el matrimonio, es preciso llegar a poseerse a si mismos para poderse entregar de verdad.
2. Contenidos doctrinales de carácter antropológico. Va colocada en la prospectiva del matrimonio donde el amor humano llega a ser participación, además de signo, del amor entre Cristo y la Iglesia. Por consiguiente, el amor conyugal hace presente entre los hombres el mismo amor divino hecho visible en la redención. El paso o conversión desde un nivel de fe más bien exterior y vago, propio de muchos jóvenes, al descubrimiento del «misterio cristiano», es un paso esencial y decisivo: una fe que implica la comunión de Gracia y amor con Cristo Resucitado.
3. Con la gracia de Dios, el amor se sana, refuerza e intensifica a través también de los necesarios valores unidos a la donación, al sacrificio, a la renuncia y a la abnegación. La ayuda pastoral ha de encaminarse a que la fe dirija el comportamiento moral.
4. La formación habrá de conseguir una mentalidad y una personalidad capaces de no dejarse arrastrar por ideas contrarias a la unidad y estabilidad del matrimonio, y así poder reaccionar contra las estructuras del llamado pecado social que «repercute con mayor o menor vehemencia, con mayor o menor daño, en toda la urdimbre eclesial y en la entera familia humana» (Exhortación Apostólica Reconciliatio et Paenitentia, 16). Precisamente por estos influjos de pecado y ante las muchas presiones sociales, debe fortalecerse la conciencia crítica.
5. Profundizar la vida de fe, en especial en lo referente al conocimiento de la sacramentalidad de la Iglesia. Esta es una importante etapa de evangelización, en la que, la fe ha de incidir en la dimensión personal y comunitaria, tanto de los novios personalmente cuanto de sus familias. En esta profundización se podrán también percibir las posibles dificultades para vivir una auténtica vida cristiana.
6. La escucha de la Palabra de Dios. Interpretada con la guía del Magisterio de la Iglesia, para que comprendan la fe con mayor plenitud y la testimonien en la vida concreta. La enseñanza deberá ofrecerse en el contexto de una comunidad de fe entre familias.
7. El amor conyugal es un amor total, exclusivo, fiel y fecundo (cfr. Humanae Vitae, 9). Esta preparación deberá también garantizar que los novios cristianos tengan ideas claras y un sincero «sentir con la Iglesia» sobre el mismo matrimonio.
8. Ayudar a tomar conciencia de posibles carencias psicológicas y/o afectivas, sobre todo de la incapacidad de abrirse a los demás y de formas de egoísmo que pueden banalizar el compromiso total de su donación. Dicha ayuda conducirá también a descubrir las potencialidades y exigencias de crecimiento humano y cristiano de su existencia. Por ello, los responsables se preocuparán igualmente de formar sólidamente la conciencia moral de los novios, a fin de que estén preparados a la elección libre y definitiva del matrimonio que se expresará en el consentimiento intercambiado mutuamente ante la Iglesia con el pacto conyugal.
9. Deberes respecto de la sociedad y de la Iglesia. En relación con esto será muy útil invitar a leer y a reflexionar sobre los siguientes documentos de la Iglesia que son una fuente densa y alentadora de sabiduría humana y cristiana: la Familiaris Consortio, la Carta a las Familias Gratissimam Sane, la Carta de los Derechos de la Familia, la Evangelium Vitae y otros.
10. Como el amor cristiano es purificado, perfeccionado y elevado por el amor de Cristo a la Iglesia (cfr. GS 49), los novios han de imitar este modelo creciendo en la conciencia de la donación, relacionada siempre con el respeto mutuo y la renuncia propia que ayudan a crecer en aquel. La entrega recíproca, por tanto, comprende cada vez más el intercambio de dones espirituales y de apoyo moral para un crecimiento en el amor y la responsabilidad.
«La entrega de la persona exige por su naturaleza, que sea duradera e irrevocable. La indisolubilidad del matrimonio deriva primariamente de la esencia de esa entrega: entrega de la persona a la persona. En este entregarse recíproco se manifiesta el carácter esponsal del amor» (Gratissimam Sane, 11).
11. En esta preparación sobre todo hoy, conviene formar y afianzar, a los novios en los valores referentes a la defensa de la vida. De modo especial, dado que convirtiéndose en iglesia doméstica y «Santuario de la vida» (EV 92-94), formarán parte, con un nuevo título, del «pueblo de la vida y para la vida» (EV 6, 101). La mentalidad contraceptiva que hoy impera en tantos lugares y las legislaciones permisivas tan extendidas con todo lo que comportan de desprecio a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte, constituyen un conjunto de abundantes ataques a que está expuesta la familia, que queda herida en lo más íntimo de su misión y se le impide desarrollarse según las exigencias del crecimiento humano auténtico (cfr. Centesimus Annus, 39). Por tanto, hoy más que nunca es necesaria la formación de la mente y el corazón para que no se asimilen a las mentalidades imperantes.
b) Experiencia de oración
1. No será éste un tiempo sólo de profundización teórica, sino también un camino de formación en el que, con la ayuda de la gracia y la huida de toda forma de pecado, los novios se preparen a donarse como pareja a Cristo que sostiene, purifica y ennoblece.
2. La profundización de la fe personal y el descubrimiento de los valores de los sacramentos y la experiencia de oración. De modo que luego puedan mantener y cultivar el amor conyugal, la comunicación interpersonal-conyugal, las virtudes y dificultades de la vida conyugal y cómo superar las inevitables «crisis» conyugales.
3. Reflexión de fe por medio de la Palabra de Dios y la guía del Magisterio sobre el sacramento del Matrimonio. Los novios serán conscientes que, ser «una carne» (Mt 19, 6) en Cristo, por fuerza del Espíritu en el matrimonio cristiano, significa imprimir en la propia existencia una nueva conformación de la vida bautismal. Con el sacramento, su amor se transformará en expresión concreta del amor de Cristo a su Iglesia (cfr. LG 11).
4. Devoción sincera y honda a María, Madre de la Iglesia, Reina de la Familia. Fórmese a los futuros esposos para que capten cómo la presencia de María está activa en la familia, Iglesia Doméstica, como lo está en la Iglesia Grande; se les eduque también a imitar las virtudes de María. De este modo la Sagrada Familia, es decir, el hogar de María, José y Jesús, llevará a los novios a descubrir «cuan dulce e insustituible es la educación en familia» (Pablo VI, Discurso en Nazaret, 5.1.1964).
c) Preparación litúrgica
1. Los novios han de ser guiados a tomar parte consciente y activa en la celebración nupcial, para entender también el significado de los gestos y textos litúrgicos.
2. Es importante que sepan que se unen en matrimonio como bautizados en Cristo y habrán de comportarse en su vida familiar en sintonía con el Espíritu Santo. Conviene, pues, que los futuros esposos se dispongan a la celebración del matrimonio para que sea válida, digna y fructuosa, recibiendo el sacramento de la Penitencia (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1622).
3. La preparación litúrgica al sacramento del Matrimonio debe resaltar el valor de los elementos rituales actualmente disponibles. Normalmente la celebración del matrimonio se inserta en la celebración eucarística, a fin de establecer una relación más clara entre el sacramento nupcial y el misterio pascual.
4. Recordando que donde hay dos o tres reunidos en nombre de Cristo (cfr. Mt 18, 20) está presente El, el estilo sobrio de la celebración (estilo que debe mantenerse también en los festejos) no sólo debe ser expresión de la comunidad de fe, sino también ha de ser motivo de alabanza al Señor. Celebrar la boda en el Señor y ante la Iglesia, significa afirmar que el don de la gracia hecho a los cónyuges por la presencia y amor de Cristo y de su Espíritu, exige una coherente respuesta con una vida de culto en espíritu y verdad, en la familia cristiana, «iglesia doméstica». Y justamente para que la celebración se entienda no sólo como acto legal sino también como momento de la historia de la salvación para los cónyuges, y a través de su sacerdocio común, para el bien de la Iglesia y la sociedad, será oportuno ayudar a todos los presentes a que participen activamente en dicha celebración.
5. Procurará introducir activamente a los novios y a sus familiares y testigos, en la comprensión de la estructura del rito, sobre todo de las partes que lo caracterizan: palabra de Dios, consentimiento mutuo ratificado, bendición de los signos que representan el matrimonio (anillos, etc.), bendición solemne de los esposos, mención de los esposos en el corazón de la Oración Eucarística. «Las diversas liturgias son ricas en oraciones de bendición y de epíclesis pidiendo a Dios su gracia y la bendición sobre la nueva pareja, especialmente sobre la esposa» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1624). Además, convendrá explicar el gesto de la imposición de las manos sobre los «sujetos-ministros» del sacramento.
• Con la fórmula del mutuo consentimiento, los esposos podrán recordar siempre el aspecto personal, eclesial y social que de ella deriva para toda la vida, como entrega de uno a otro hasta la muerte.
• A partir de los textos de la Palabra de Dios proclamados yo de las oraciones litúrgicas, se iluminará el sacramento y se indicarán sus consecuencias en la vida de los esposos y de las familias.
• La bendición solemne de los esposos quiere recordar que en el sacramento del Matrimonio se invoca también el don del Espíritu, por cuyo medio se hacen más constantes en la concordia recíproca y están espiritualmente sostenidos en el cumplimiento de su misión especialmente en las dificultades de su futura vida.
• En el marco de esta celebración, será muy conveniente proponer a los esposos cristianos el modelo de vida de la Sagrada Familia de Nazaret.
d) Coloquio con el párroco
Aquí se presentan algunos elementos para una orgánica preparación de los fieles llamados al sacramento del Matrimonio.
Siete preguntas que pueden llegar a ayudar a una pareja a reflexionar sobre su experiencia de vivir juntos y sus implicaciones para el matrimonio sacramental:
1. ¿Por qué decidieron vivir juntos originariamente? ¿Cómo difiere el compromiso que desean tener ahora con el que tenían cuando decidieron cohabitar?
2. ¿Qué opinan sus familias y su comunidad sobre ustedes viviendo juntos? ¿Cómo influye su opinión sobre ustedes?
3. ¿Cuáles son sus razones para querer casarse ahora? ¿Existe alguna duda o temor con respecto al matrimonio? ¿Es la presión de su familia y de los niños un motivo importante por el cual han decidido casarse?
4. ¿Qué han aprendido de su experiencia de vivir juntos? ¿Cómo esperan que su relación crezca y cambie en el futuro? ¿Alguno de ustedes espera que el matrimonio sea libre de tiempos de conflictos? ¿Qué tan bien manejan los conflictos? ¿Han acordado algún cambio en la manera en que se maneja el dinero después de que se casen?
5. ¿Por qué se quieren casar en la Iglesia Católica en este momento? ¿Son conscientes de las preocupaciones que la Iglesia ha tenido sobre su cohabitación?
6. ¿Qué significa el matrimonio como sacramento para ustedes?
7. ¿Cuáles piensan que serán las mayores barreras para un matrimonio que dure de por vida para ustedes? ¿Cómo piensan que les va a afectar o desafiar el voto de fidelidad?
4. Bibliografía
Pontificio Consejo para la Familia, Preparación al Sacramento del Matrimonio, 1996.
Landra, Mauricio. La regularización matrimonial y su acompañamiento canónico en Anuario Argentino de Derecho Canónico Vol. XVIII, 2012.
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